Wednesday, December 29, 2021

DON'T LOOK UP (No miren arriba)



Creo que la película es buena y vale la pena verla.

La trama es simple: Un astrónomo (Leonardo di Caprio) y una alumna suya que está haciendo un doctorado (Jennifer Lawrence), intentan alertar a la presidenta de Estados Unidos (Meryl Streep) de un cometa que destruirá la tierra.

La presidenta y su jefe de gabinete (Jonah Hill) no escuchan y están más ocupados en otras cosas bastante más banales.

ALERTA DE SPOILER

La presidenta está preocupada por su imagen porque quiere ganar las próximas elecciones y porque está sumida en un escándalo que la involucra y que “llena” las noticias con la ruptura de una famosa cantante (Ariana Grande) y su novio. 


Ambos casos llenan los titulares de los medios, pero especialmente las redes sociales.


Las redes sociales lo han copado todo, como ahora, y definen todo no por raciocinios sino por sentimientos; también como sucede muchísimas veces en nuestros días.


En la cinta, todo en los medios se define ya no por la verdad,  ni el intento por buscarla, sino por la agenda que tienen las personas poderosas, como la presidenta y un personaje que lidera industrias BASH; que gobierna las redes, la tecnología, los celulares y, claro está, el dinero.


Ya no importa la verdad, solo importa ser popular. Ya no importa si algo es cierto o no, bueno o malo, dañino o beneficioso, no interesa. Solo importa la tendencia y el tráfico, el resto es completamente secundario. Algo así como lo que parece estar pasando hoy en día.


Los astrónomos (DiCaprio y Lawrence) aparecen en un programa de televisión nacional y advierten a todos que la destrucción total es inminente. De hecho Lawrence grita “¡Todos vamos a morir!”, y los anfitriones no solo ignoran la advertencia sino que son claros en su mensaje: “cuando algo es complicado nosotros nos encargamos de que sea más ligero”.


La advertencia de Lawrence no solo es ignorada sino que es convertida en un meme viral. Se puede casi palpar la debacle de la razón, la derrota de la verdad, la estupidez en su más alta nota. No interesa la verdad; y si se sabe, hay que acomodarla para que no incomode.


Lo que sigue en la película parece ser una parodia de la actual pandemia del covid y las vacunas incluidas. Aparecen los que creen que el cometa o animan a mirar arriba; y también los que no quieren mirar arriba; siempre con las redes sociales a tope.


Uno y otro bando ya no dialogan. La “realidad” es una u otra forma. Otra vez la verdad no importa, solo sirve o basta lo que uno crea; aunque lo objetivo sea ignorado.


Esto es particularmente claro, pero es bueno recordarlo: Las redes sociales NO son la vida real. Las redes sociales, definitivamente, NO son la vida real, la vida auténtica, la vida que el ser humano está llamado a vivir.


Pueden ser una buena herramienta para muchas cosas, pero allí no se “vive”, la vida está más allá, mucho más allá del celular y con una vasta variedad de opciones.


Es cierto que por las cuarentenas de la pandemia las redes han ayudado y ayudan mucho a comunicarse o a realizar cosas que de otro modo no se podrían, pero no reemplazan la vida humana.


Otra parte de la película que me dejó pensando, casi al final, es un momento de fe de la familia del astrónomo con algunos amigos.


Cuando la destrucción del planeta es inminente, uno de ellos que es evangélico dirige una oración porque los otros no saben cómo hacerla. No es nada extraordinario, pero es una oración normal, decente, buena. Y después de eso todo se destruye.


Claro, a la hora de la muerte o ante el peligro de muerte, hasta el más ateo se vuelve creyente.


Como decía un futbolista en el ámbito deportivo, y no sé si con toda la conciencia del comentario, “la fe es lo más lindo de la vida”.


Sí, la fe es lo más bonito, lo mejor, aquello que hace la diferencia entre la vida eterna y la muerte para siempre.


No importa que tan lejos estemos de Dios, que tan “raro” o inusual nos parezca la dimensión religiosa de la vida, el Señor siempre está esperando con los brazos abiertos, con la mano extendida, con la mirada en el corazón para que le abramos la puerta de nuestra vida.


Como dijo el gran Benedicto XVI: “¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo, y encontrarán la verdadera vida”.


Les deseo a todos una ¡Feliz Navidad! (no, no estoy equivocado, en la Iglesia la Navidad se celebra con la Octava de Navidad que va del 25 de diciembre al 1 de enero) y que el nuevo año 2022 esté marcado por un decidido acercamiento a Dios, al Señor que siempre toca a la puerta y llama a cada uno por su nombre.



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Wednesday, December 16, 2020

George Pell: Un cardenal inocente que sufrió cárcel por abusos que nunca cometió


Conocí al Cardenal George Pell cuando visitó la oficina donde yo trabajaba hace ya más de 12 años. Creo que vino a Lima en 2007 o 2008, con certeza antes de la Jornada Mundial de la Juventud que se realizó en Sydney (Australia) y que presidió el buen Benedicto XVI.

Algunos años después tuve la oportunidad de entrevistarlo en Roma, en octubre de 2015, en el marco del Sínodo de los Obispos sobre la Familia, cuando los obispos de Alemania presionaron muy fuerte para que la Iglesia permitiera que se les dé la Comunión a los divorciados en nueva unión.

La conversación me impactó. El Cardenal fue muy claro, muy preciso y sobre todo hizo gala de un gran ingenio para decir las cosas más complicadas, un don que parece haber perfeccionado ahora. Con sus matices agudos también demostró una sutileza elegante. 

Entre las cosas que me dijo dejó muy claro que no era (y no es) “un oponente del Papa Francisco”, como decían entonces algunos que se consideraban, y tal vez se sigan considerando ahora “de la línea de Francisco”, pero no de los obispos con "olor a oveja" de verdad, sino de los que creen que por ser menos ortodoxos en la doctrina son de la línea del Santo Padre. Craso error. 

Por esos días, más de uno acusó al Cardenal Pell y a varios otros buenos cardenales de ser contrarios al Papa por haberse “atrevido” a escribirle una carta en donde lo alertaban de las presiones ideológicas en el Sínodo para que la Iglesia se aleje de la doctrina.

En ese momento el Cardenal Pell ya era Prefecto de la Secretaría de Economía y había sido encargado por el Papa Francisco para poner orden en las finanzas del Vaticano, algo que, sin lugar a dudas, molestó a más de uno, comenzando tal vez por el ahora defenestrado Cardenal italiano Angelo Becciu. 

No se sabe con certeza por qué el Papa Francisco decidió, en septiembre de este 2020, aceptar la renuncia del Cardenal Becciu al cargo de Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y a los “derechos del cardenalato”, lo que incluye que le será imposible participar en el cónclave de los cardenales que elija al próximo Papa. 

Lo que sí se sabe es que el Cardenal Becciu ha sido acusado de malversación de millones de euros, incluida una compra de una propiedad de lujo en Londres, durante el tiempo en el que fue Sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano. 

Una acuciosa investigación de Catholic News Agency (CNA) desde el año 2018 explica detalladamente las acusaciones contra el Cardenal Becciu, que las niega. 

Lo más grave del caso es que, según algunos medios italianos, cuando el Cardenal Pell fue juzgado en Australia por abusos sexuales que no cometió y que le costaron 13 meses en una cárcel de Melbourne, el Cardenal Becciu habría enviado dinero del Vaticano a Australia. 

“Por esto espero que no haya suficientes pruebas para demostrar que se usó dinero del Vaticano no necesariamente para corromper directamente, sino solo para envenenar la atmósfera pública contra mí. Por el bien de la Iglesia espero que no haya prueba alguna para establecer eso”, dijo el Cardenal Pell en una entrevista que concedió el 14 de diciembre de este año a Rai Uno

El Cardenal Pell se vio obligado a dejar el cargo de Prefecto de Economía para ir a Australia a defenderse cuando fue acusado. Fue sentenciado injustamente a seis años de cárcel. La Corte Suprema lo absolvió de todos los cargos aceptando su inocencia y fue liberado el 7 de abril de este año. 

George Pell es inocente. Nunca cometió los abusos de los que lo acusaron. Era materialmente imposible que abusara de dos menores en 1996, al final de una Misa en una sacristía de una catedral llena de gente en el lapso de cinco minutos, revestido como estuvo con los ornamentos litúrgicos que usa el sacerdote cuando celebra Misa. 

Uno de los dos demandantes falleció en 2014 pero en 2001, trece años antes, le dijo a su madre que los abusos nunca ocurrieron. 

El Cardenal Pell es inocente, pero seguro no vieron esa noticia con los bombos y platillos con los que los medios arremetieron contra él diciendo que “el número 3 en el Vaticano, el Cardenal de más alto rango, fue acusado de abusos”. 

No lo vieron y no verán ahora a alguno de esos mismos medios hacer algo para resarcirle el honor y la buena fama al Arzobispo australiano. 

George Pell es inocente y ha publicado con la editorial Ignatius Press, su “Prison journal” (Diario de la Prisión), donde no hay lamentos, ni tristeza, sino las reflexiones y comentarios de alguien que se sabe inocente y que ofrece su dolor por los demás, por la Iglesia y por la conversión de quienes, como sus enemigos, están alejados del Señor. 

Yo ya comencé a leerlo, sugiero vivamente su lectura. Pueden comprarlo AQUÍ.


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Wednesday, September 23, 2020

Cobra Kai: Lecciones y reflexiones


Creo que los que vimos Karate Kid hace años –la 1, 2, 3: y no la del hijo de Will Smith que ya es distinta– nos hemos divertido viendo Cobra Kai. Había escuchado buenos comentarios ya tiempo atrás, pero recién la vi hace poco y, en resumen, me gustó.

Leí un comentario en Facebook que me llamó la atención sobre un análisis que se hace sobre la ausencia de la figura paterna que creo es interesante. Daniel Larusso, interpretado por Ralph Macchio, perdió a su padre a corta edad y encuentra en el buen señor Miyagi (Pat Morita) a un nuevo mentor y guía.


Por su parte, William Zabka, que encarna a la némesis de Daniel, Johnny Lawrence, tiene a sus padres divorciados y vivió con su padrastro rico. No digo más para no cometer ningún spoiler. Puedes seguir leyendo, no los vas a encontrar.


En los dos casos no hay papá. Y en los dos casos esto acarrea una serie de consecuencias que se ven en la vida de ambos personajes.


El análisis de Facebook me hizo recordar lo que dijo el Papa Francisco en una de sus catequesis sobre la “orfandad” moderna.


“El problema de nuestros días no parece ser más tanto la presencia invasiva de nuestros padres, sino más bien su ausencia. Los padres están a veces tan concentrados en sí mismos y en su propio trabajo y a veces en su propia realización individual, al punto de olvidar también la familia. Y dejan solos a los niños y a los jóvenes”, dijo el Santo Padre en enero de 2015.


Ese día en el Vaticano el Papa Francisco contó que “ya como Arzobispo de Buenos Aires advertía el sentido de orfandad que viven hoy los chicos. Y a menudo les preguntaba a los papás si jugaban con sus hijos, si tenían el coraje y el amor de perder tiempo con los hijos. Y la respuesta era fea. En la mayoría de los casos era: ‘no puedo porque tengo tanto trabajo’. El padre estaba ausente conese hijo que crecía y no jugaba con él, no perdía tiempo con él”.


Ojo aquí, no creo que el Papa no se dé cuenta, no sepa o no entienda que muchas veces necesario, imprescindible tal vez en estos tiempos, trabajar muchísimo. Como Arzobispo de Buenos Aires hizo mucho bien en las villas de la capital argentina donde pude ver personalmente que lo recuerdan con mucho cariño. En estos lugares, donde la pobreza es el factor común, ciertamente había (hay) que romperse el lomo para intentar salir adelante. El Papa no es ningún ingenuo, pero creo que con lo que decía apuntaba y apunta a algo más profundo.


El Santo Padre decía que “debemos estar más atentos: la ausencia de la figura paterna en la vida de los pequeños y de los jóvenes produce lagunas y heridas que pueden ser también muy graves” y “el sentido de orfandad que viven tantos jóvenes es más profundo de lo que pensamos”, acentuado también por la dependencia o en algunos casos adicción a los dispositivos móviles que pueden captar buena parte de la atención de nosotros los padres.


Francisco decía que muchos niños y jóvenes hoy “son huérfanos pero ‘en familia’, porque los padres a menudo están ausentes, incluso físicamente, de casa, pero sobre todo porque, cuando están, no se comportan como padres, no dialogan con sus hijos, no cumplen con su tarea educativa, no dan a los niños con su ejemplo acompañado de las palabras, aquellos principios, aquellos valores, esas reglas de vida, de las que necesitan como el pan”.


Y son tantas cosas, tantas, las que los hijos necesitan de sus padres. No las voy a enumerar porque el Papa ya dijo varias y porque cada uno sabe, entiende o intuye dónde puede estar flaqueando.


Unos años antes, el gran Benedicto XVI iba a un aspecto más profundo todavía. En una audiencia de 2012, Joseph Ratzinger explicó que “tal vez el hombre de hoy no percibe la belleza, la grandeza y el consuelo profundo que se contienen en la palabra ‘padre’ con la que podemos dirigirnos a Dios en la oración, porque hoy a menudo no está suficientemente presente la figura paterna, y con frecuencia incluso no es suficientemente positiva en la vida diaria”.


“La ausencia del padre, el problema de un padre que no está presente en la vida del niño, es un gran problema de nuestro tiempo, porque resulta difícil comprender en su profundidad qué quiere decir que Dios es Padre para nosotros”.


Benedicto XVI decía que “en el Evangelio, Cristo nos muestra quién es padre y cómo es un verdadero padre; así podemos intuir la verdadera paternidad, aprender también la verdadera paternidad”.


El Santo Padre resaltaba que “es precisamente el amor de Jesús, el Hijo unigénito –que llega hasta el don de sí mismo en la cruz– el que revela la verdadera naturaleza del Padre: Él es el Amor, y también nosotros, en nuestra oración de hijos, entramos en este circuito de amor, amor de Dios que purifica nuestros deseos, nuestras actitudes marcadas por la cerrazón, por la autosuficiencia, por el egoísmo típicos del hombre viejo”.


Entonces, ahora que veas Cobra kai, o si ya la viste, trasciende el aspecto de la disciplina, del orden y del esfuerzo que ciertamente el karate puede infundir en los hijos, y ve más allá


Creo que podría ser un tema de conversación en familia (si crees que tus hijos ya pueden ver la serie, ojo. Con mi hijo mayor de 10 años ya vimos las películas de hace años y creo que podemos ver juntos la serie que yo ya vi, al menos la primera temporada, para explicarle lo bueno, lo malo y lo feo. No sé si un chico de menos edad pueda verla, creo que depende de cada familia hacer ese juicio).


Puedes comentar con tus hijos esto de la ausencia paterna. Analicen juntos cómo este aspecto influyó en Daniel y Johnny, saquen sus conclusiones.


Busca mostrarles también con tu propio ejemplo como ser un buen papá y una buena mamá, siendo primero buenos esposos. Y si no estás casado, eres divorciado (a) o viudo (a), creo que tampoco está de más el diálogo, creo que también podrías generar un espacio de compartir interesante y provechoso. 

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MADRE SOLO HAY UNA... Y PADRE TAMBIÉN 





Saturday, September 5, 2020

Coronavirus, miedo a la muerte y solidaridad



América Latina no la pasa bien con el coronavirus. Somos la región más afectada y que más complicado tiene el panorama. Escribo desde Perú, donde el sistema de salud ha colapsado, y si no fuera por las múltiples campañas de la Iglesia en distintos lugares del país, muchos morirían por la falta de oxígeno que el gobierno no ha podido gestionar a tiempo.

La labor de “Respira Perú” ciertamente se ha convertido en un importante pulmón para afrontar esta crisis sanitaria.


Las cosas han empeorado en el país y las cifras siguen subiendo. En ese panorama y como para acrecentar las malas noticias, la ministra de salud acaba de decir que no recibió ningún pedido para abrir las iglesias, cuando su ministerio sí aprobó un protocolo que ya algunas diócesis están usando para abrir los templos a la oración privada de los fieles, y en algunos casos para misas, siguiendo todas las disposiciones sanitarias del caso.


En todo este panorama, con una crisis económica que se agrava cada vez más, como una sombra que uno no sabe cuándo le podría llegar o que ya estaba ahí y despertó de su aparente letargo o de la inconsciencia, aparece el miedo a la muerte. Porque, aunque todo parece indicar que la gran mayoría de gente se recupera de la COVID-19, es claro que también te puede llevar a la tumba.


Entonces, ¿qué podemos hacer ante eso? Primero, seguir todas las disposiciones que hemos recibido hasta el cansancio: lavarnos las manos, desinfectar las cosas, usar la mascarilla, evitar aglomeraciones y cualquier situación que podría ser de riesgo.


En segundo lugar creo que nos hará mucho bien reflexionar algo que decía hace unos meses un obispo francés, Mons. Pascal Roland, quien decía en marzo que se debe temer más a la “epidemia del miedo”.


En su reflexión, que creo vale la pena considerar ahora, el Obispo de Belley-Ars, del territorio donde se santificó el gran San Juan María Vianney o Cura de Ars, recordó que “un cristiano no teme a la muerte. No ignora que es mortal pero sabe en quien ha puesto su confianza”.


“Además, un cristiano no se pertenece a sí mismo, su vida está entregada porque él sigue lo que Jesús enseña: ‘Quien quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí y el Evangelio se salvará’”. Con eso no creo que el Obispo haya querido decir o siquiera insinuar que no importa si uno se contagia y muere, para nada.


Lo que creo quiso resaltar es que en medio de todo, los fieles no podemos ceder “a la epidemia del miedo”. El Obispo alentó además a no ser “muertos vivientes. Como diría el Papa Francisco: ¡No se dejen robar la esperanza!”.


En esa misma línea, y con una mirada alentadora, un obispo en Sudán del Sur, país africano de reciente creación, comenta que, a pesar de todo, la crisis del coronavirus es una oportunidad para el crecimiento espiritual.


Mons. Eduardo Hilboro Kussala escribió que con la pandemia cada creyente se ha convertido, de una forma u otra, en un evangelizador o predicador en las redes sociales; se ha encontrado ante el desafío de buscar nuevas formas de rezar y; ante el ayuno eucarístico que muchos vivimos, tiene la posibilidad de crecer en conciencia en el amor a la Eucaristía y en el hambre espiritual que busca a Dios por encima de todo.


Sabiendo que no debemos ser irresponsables en el cuidado de nuestra salud y que tampoco podemos ceder a la epidemia del miedo, teniendo en cuenta que este tiempo puede ser usado para crecer no solo espiritualmente sino de manera integral, ciertamente las palabras del Papa Francisco en la última audiencia general del miércoles, la primera con público desde el pasado 4 de marzo, caen como anillo al dedo.


En su catequesis, Francisco resaltó que “para salir mejores de esta crisis, debemos hacerlo juntos. Juntos, no solos, juntos. Solos no, ¡porque no se puede! O se hace juntos o no se hace. Debemos hacerlo juntos, todos, en la solidaridad. Hoy quisiera subrayar esta palabra: solidaridad”.


En el Perú, debido a la pandemia, varios millones de personas han perdido su trabajo. Nos toca ser más solidarios que nunca. Nos toca esforzarnos y ayudar, colaborar, no hace falta buscar a quién. Tú y yo sabemos a quién podemos ayudar. Las personas que más necesitan ahora casi están por todos lados.


A pesar de todo y aunque el futuro pueda parecer oscuro y sombrío, es momento para la esperanza, pero no una vana o rosa, sino para la esperanza verdadera que solo da Dios nuestro Señor.


Es momento para recordar también lo que dijo en la Jornada Mundial de la Juventud Colonia 2005 el buen Benedicto XVI que se acaba de convertir en el Papa más anciano de la historia: “solo de los santos, solo de Dios proviene la verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo”.


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CORONAVIRUS: INCERTIDUMBRE Y DECISIONES DIFÍCILES





Friday, July 24, 2020

La Iglesia Católica es literalmente el oxígeno ante el coronavirus


La pandemia del coronavirus nos ha golpeado de todas las formas posibles. Ha sido y sigue siendo un golpe duro, una patada en la cara que nos ha recordado lo frágiles que somos, sin importar nuestra condición social o económica. Nadie está a salvo del todo y todos podemos ser víctimas de la COVID-19 que sigue causando estragos, especialmente entre los más pobres.

Muchísimos han quedado desempleados y no saben bien qué les va a pasar en el futuro. Las cuarentenas van y vienen, y la ansiada vacuna aún no llega, aunque ya hay algunas voces de esperanza como la que llega desde la Universidad de Oxford en Inglaterra.


En resumen, el problema es serio y estamos sin aire, con la lengua afuera.


Como una luz de auténtica esperanza aparece en medio de todo la Iglesia Católica, la Iglesia que fundó Cristo con su Madre, la Virgen María y 12 sencillos hombres que lo dieron todo por anunciarlo.


La Iglesia, tan golpeada siempre y ahora más en nuestros tiempos por los medios que la emprenden contra ella con frecuencia, ha salido y sigue saliendo al frente de múltiples maneras.


Hacer un recuento de todo lo que hace sería intentar escribir un artículo interminable en el que podría haber algunos olvidos injustos o involuntarios. Sin embargo, quisiera mencionar solo algunos.


Vivo en Perú, y aquí dos sacerdotes en Iquitos, en la Amazonía, hicieron una colecta para una planta de oxígeno que ahora abastece al hospital más importante de la zona. Sin eso, muchos se habrían quedado sin este elemento básico para afrontar la enfermedad.


Hace unos días, los obispos del Perú realizaron (y aún se puede donar AQUÍ) una campaña llamada Respira Perú, que busca justamente eso, permitir que los enfermos de coronavirus puedan respirar el oxígeno que requieren.


Iniciativas similares se han lanzado en Trujillo, Chimbote, Huancayo y Cusco, y no me extrañaría para nada que sigan surgiendo otras.


Y ya desde el inicio de la pandemia, muchos otros sacerdotes salieron a colaborar con todos aquellos que comenzaron a sufrir por la falta de alimentos. En Lurín está el buen Padre Omar Buenaventura, del hogar de las Bienaventuranzas, que ha ayudado a miles con comida y que ha promovido y sigue promoviendo una ola de solidaridad con su ya famosa Asociación de las Bienaventuranzas que tanto bien hace.


También está el buen Padre Emerson Velaysosa, que colabora con mucho esfuerzo y entusiasmo con los más necesitados en los cerros de Lima.


En la frontera de Colombia y Venezuela, está el Obispo Víctor Manuel Ochoa, que en Cúcuta desde hace ya varios años sirve a los migrantes, y ahora en esta crisis no ha dejado de hacerlo y ha puesto más empeño para ayudar a cientos de miles de colombianos y venezolanos que sufren.


En México la Iglesia se ha puesto de pie, como era de esperarse, y entre las muchas iniciativas, recuerdo en este momento al actor y productor Eduardo Verástegui, que con su movimiento Viva México y con la ayuda de Cáritas, alienta la ayuda solidaridad para los que menos tienen.


Verástegui además ha promovido y sigue promoviendo el rezo del Rosario por todo el mundo y ha logrado poner a rezar a millones en las redes sociales.


En Nueva York, en la zona de Brooklyn, Cáritas ha llegado con alimentos y medicinas a cientos de miles de personas, ayudando así a muchos hispanos y negros que también se han visto afectado por la crisis.


Podría seguir, pero voy a detenerme ahí porque si no, simplemente no terminaría. Solo quiero agregar dos datos más.


El primero es que tengo que agradecer a todos los sacerdotes, obispos, cardenales y demás voluntarios que han hecho lo posible para que, a través de las redes sociales y la televisión podamos participar de la Misa.


Es cierto, no es lo mismo que estar en ella y poder recibir los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía que tanto necesitamos, pero es lo que nos toca ahora hasta que poco a poco se vuelvan a abrir las iglesias y podamos rezar nuevamente rezar y recibir a Jesús sacramentado.


Por cierto, ¿No les parece raro que los centros comerciales y los restaurantes ya puedan funcionar y las iglesias aún no puedan abrir en muchos sitios?


Y para cerrar, creo que es de justicia agradecer la ayuda del Papa Francisco. No solo con sus 35 respiradores y el dinero enviado a distintos lugares y que se envía con mucho esfuerzo. Y no, el Vaticano no está lleno de millones. No. También sufre la crisis.


Creo que el Santo Padre nos ha mostrado lo esencial: Aferrarnos a Dios y no dejarlo, buscarlo siempre pidiéndole sin cesar, haciendo lo que nos toca hacer a cada uno allí donde se encuentre, dándolo todo sin egoísmos, sin miedo y sin miramientos.


Siempre hay alguien junto a nosotros o en nuestro entorno que nos necesita. No seamos indiferentes y pongamos manos a la obra.