Monday, November 18, 2019

Una respuesta al caos actual

En los últimos meses hemos visto cómo en distintos países se han realizado distintas protestas con un marcado acento social y político. Las hemos visto en Ecuador, Chile, Bolivia, Perú, Haití, Paraguay, y en varios otros lugares más.

Algo que ha sido común a todos los escenarios ha sido el caos generalizado que ha impedido el diálogo o una adecuada solución a los problemas que afectan a la población.

Hemos visto mucha violencia y, casi sin excepción, también hemos sido testigos de una gran cantidad de ataques contra iglesias. Tal vez Chile sea el país donde más se han ensañado con las edificaciones de la Iglesia, no solo la católica.

No es la intención de esta reflexión explicar las razones o los objetivos de las marchas, de las protestas, de las diversas manifestaciones que han afectado a la región. No. Lo que quiero es presentar una humilde teoría sobre el origen primero de todo esto y plantear una solución a largo plazo que creo yo, puede comenzar con cada uno de nosotros los fieles católicos.

Cuando yo tenía 14 años fui a un retiro en el colegio en el que, quienes lo dirigieron, nos hablaron de la crisis del mundo. ¿Hay crisis ahora todavía a mis 42 años? Claro que sí y ahora creo es más grave.

¿La crisis tiene solución? Claro que sí. La corrupción, los problemas económicos, la falta de estabilidad social y política, la violencia, el narcotráfico, el crimen organizado y muchos otros males deben ser superados. Pero, ¿cómo hacer eso?

En el mismo retiro al que fui hace ya 28 años nos dijeron algo sencillo y cierto: El mundo está en crisis porque el hombre está en crisis. Entonces, ¿dónde comienza el cambio para superar la crisis? Pues en cada uno.


El Cardenal explicó que, ante la difícil situación actual “el desafío religioso, básico y fundamental para cada uno de nosotros es: alcanzar la santidad. Ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto. Escuchar y cumplir la palabra de Dios”.

“Creo que, en medio de todos los problemas graves que estamos padeciendo es importante que recordemos esta llamada que nos hace el Señor, este privilegio que tenemos, de ir por el camino del bien, del seguimiento de Cristo, de alcanzar la perfección cristiana”, dijo el Cardenal.

El Cardenal Urosa resaltó además que “la vocación a la santidad constituye la primera y fundamental vocación del cristiano. Siendo llamados por Dios y fortalecidos por la acción del Espíritu Santo, desde la experiencia de la vida nueva que se obtiene por el Bautismo, el laico debe tener conciencia de la gran responsabilidad personal de ser santo” teniendo a Cristo presente como “fuente y el origen de todo el apostolado de la Iglesia”.

Esa, en breve, es la misión de cualquier fiel de la Iglesia. Esa es la manera de salir del caos en el que nos ha tocado vivir, del desconcierto, la violencia y la confusión que nos rodean de manera cotidiana.

No hay otra salida.

Lo contrario, el olvido de Dios ser indiferentes ante Él o ponernos de espaldas a Él, solo agravará la crisis en la que nos ha tocado vivir. Yo sé, no es fácil esto de ser santos. Hace falta mucha oración y mucho esfuerzo para combatir el pecado personal, para transformarlo todo en uno para ser cada vez más como Cristo mismo.

Si bien no es fácil ser santo, sí es ciertamente el camino que nos toca recorrer con coraje y pasión, con esperanza y ardor, para ser felices de verdad y para salir de la crisis.

Y con la santidad podremos superar las distintas crisis que nos pueden afectar: la familiar, la social, la cultural, todas. 

La santidad será el germen del cambio personal para ser luego la semilla del cambio social que tanto necesitamos y que tanto anhela el corazón del ser humano.

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