Wednesday, November 28, 2018

¿Sin tiempo para rezar?


Una de las razones que las personas suelen argüir cuando no rezan es que no tienen tiempo. Y es posible que, en medio de la particular vorágine que cada uno debe enfrentar en estos días cada vez más acelerados, sea verdad que hay menos tiempo para hacer las cosas.

Sin embargo, no nos debería pasar que “no tenemos tiempo para rezar”. Con la oración sucede una doble situación que aumenta o disminuye en la medida en que se hace hábito y, ciertamente, no es sencillo disponerse a rezar porque exige una serie de actitudes previas que con frecuencia no estamos acostumbrados a hacer.


La doble situación es la siguiente: mientras más recemos, más vamos a querer rezar después y, de modo similar, mientras menos recemos menos ganas vamos a tener de hacerlo.

Tenemos que hacer silencio en la mente y alejarnos de la bulla exterior/ Tenemos que integrar estos dos aspectos para abrir el alma con confianza al Señor que siempre espera, paciente, que nos acordemos de Él.


Rezar no es fácil. En mis años de vida cristiana siempre ha sido un talón de Aquiles y siempre ha sido algo inconstante. Una de las primeras cosas que toca hacer, además de disponerse a la oración, es organizarnos y detectar los momentos en los que, lamentablemente, perdemos el tiempo.


Podemos tomarle el tiempo a las cosas y ver cómo podríamos usarlo mejor. Te pongo un ejemplo sencillo: cuando pensamos o decimos que algo toma o tomará 5 minutos, en realidad hablamos de 10 o 15; cuando decimos que algo toma 15, en realidad hablamos de media hora. La media hora en realidad es una hora completa… y así sucesivamente. 


Hagan la prueba para que vean cómo le funciona a cada cuál. Los resultados podrían sorprender a más de uno.

No te sugiero que te conviertas en un paranoico de la hora. No. Pero si tomas el tiempo a las cosas verás que solemos dedicarle mucho rato a algunas cosas que no lo merecen, y nos ponemos mezquinos con aquellas que requieren más tiempo. Basta pensar en la cantidad de veces que miramos el reloj en Misa, por ejemplo.


A mí me funciona rezar mientras voy al trabajo y luego al salir de la oficina. No tengo auto, pero voy en uno. Si manejas y tu trayecto supera o se acerca a los 15 minutos, aprovecha y reza tu Rosario


Al principio será muy pesado, pero poco a poco los Ave María pasarán “rápido” y las meditaciones te harán ingresar en la reflexión que el alma necesita para afrontar la vida cotidiana. 

Así también tendrás un mejor ánimo para no reaccionar violentamente la próxima vez que algún hermano chofer haga una maniobra que te haga querer recordarle a su mamá a voz en cuello. Esa es una primera sugerencia.

Si tienes hijos, reza con ellos. No sabes cuánto bien les haces. Mi hijo mayor, solo y sin yo decirle nada después de varios años de rezar juntos, me ha pedido en varias ocasiones que rece el Rosario con él. 


A veces puedo, a veces no, así que siempre rezamos por lo menos un denario y él lo termina, si es que no se duerme mientras lo hace, y él ya sabe que “su ángel de la guarda lo termina”. Reza antes de comer. Reza el Ángelus a mediodía y si puedes también a las 6.

¿Tienes una iglesia cerca que está abierta cuando pasas? Entra, aunque sea un minuto y ofrécele tu día al Señor. 


Ofrécele tus preocupaciones, tus temores, tus dudas, tus alegrías, tus angustias, todo. En general sería bueno que establezcas un horario fijo para rezar; pero si no puedes (o si crees que no puedes) aprovecha el tiempo “libre” o el tiempo en el que podrías rezar mentalmente mientras haces otra cosa.

Por ejemplo, si te toca limpieza de la casa, reza un Rosario mientras lo haces. ¿No tienes rosario? Tienes diez dedos en las manos, uno por cada Ave María de cada una de las decenas. También puedes leer el Evangelio del día antes de la limpieza y meditarlo mientras toca hacer esa tarea. 


Ponte en presencia de Dios, recuerda que Él siempre está ahí, búscalo y aférrate a Él para que llegues a amarlo con todas las fuerzas de tu ser.

Aprovecha las aplicaciones del celular que te ayudan a rezar o que te dicen dónde hay Misa. 


Haz de la tecnología una aliada ahora que el celular se ha hecho cada vez más parte integral de la vida cotidiana. Y ahora, me voy a rezar un rato a la iglesia que está a dos cuadras de mi oficina.

Dios siempre espera que elevemos el espíritu para encontrarnos con Él en la oración, para abrazarnos como un padre abraza al hijo por el que siempre espera. NO para reprocharle que no lo haya hecho antes, sino para recordarle que lo ama con un amor infinito que nos sobrepasa siempre, que va más allá de cualquier cosa imaginable.

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