Foto: Pixabay / dominio público |
En
más de una ocasión he escuchado a algún sacerdote u obispo, tal vez algún
cardenal, decir que los curas son como los aviones: solo son noticia cuando
caen.
El
sábado 16 de febrero el mundo recibió dos noticias sobre sacerdotes. Todos los
medios del planeta dieron a conocer la expulsión
del estado clerical de quien fuera el excardenal y exarzobispo de Washington,
Theodore McCarrick, de 88 años de edad.
Con
su expulsión, McCarrick nunca más podrá administrar sacramentos ni celebrar
Misa. Si bien en lo más profundo de su ser nunca dejará de ser sacerdote, con
la expulsión ya nadie deberá referirse a él como “padre”, no podrá vestir como
sacerdote y la Iglesia ya no está obligada a sostenerlo económicamente.
¿Su
pecado? Abusos sexuales contra jóvenes seminaristas y sacerdotes, y contra un
niño que en el tiempo de estos delitos tenía 11 años.
Seguramente
ya has escuchado de él. El castigo, refrendado por el Papa Francisco y sin opción a apelación alguna, es justo
y acorde a las normas que rigen la Iglesia Católica.
Por
otro lado, el mismo sábado 16 de febrero se supo de un sacerdote salesiano español
de 72 años que fue asesinado por terroristas musulmanes en Burkina Faso
(África).
El P. Antonio César Fernández fue emboscado por estos sujetos y, tras
retenerlo a él y a otros dos salesianos, lo llevaron de una carretera hacia la
espesura del bosque donde lo balearon tres veces.
Este
cura tenía 46 años de sacerdote y 55 de salesiano. Cuando cumplió sus bodas de
oro como miembro de la congregación fundada por Don Bosco grabó un breve video
en el que alienta a seguir la vocación, una
gracia que él decía era inmerecida pero que lo hizo muy feliz, sirviendo en
África.
Tal
vez sobre este cura martirizado has escuchado bastante menos. Posiblemente los
medios no te han contado de la gran labor que hace el Obispo de Cúcuta en Colombia
para atender a los venezolanos, ni todo el despliegue de los obispos y
sacerdotes venezolanos para hacer frente al hambre, ni el trabajo de cientos y
miles de misioneros en zonas muy pobres del mundo como América Latina y África.
A
los medios no les importa el bien que hace la Iglesia, solo aquello que vende. Un
sabio sacerdote peruano que falleció en 2017, el buen Padre ArmandoNieto Vélez, decía en alguna de sus homilías dominicales un viejo adagio: “El
bien no hace ruido y el ruido no hace bien”.
Eso
sucede con nuestros curas, con esa multitud de hombres que lo dan todo por sus
fieles, que huelen a oveja, como dice el Papa Francisco. Hacen todo el bien que
pueden siempre en silencio.
Recemos por ellos, por su fidelidad y, si podemos, ayudémoslos con lo que podamos. Lo merecen y lo necesitan.
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