Thursday, November 29, 2018

El Adviento y la crisis de la Iglesia: ¿Vale la pena la esperanza?

El próximo domingo 2 de diciembre comienza el Adviento, ese especial tiempo de espera que nos prepara para la Navidad, un tiempo marcado fuertemente por la esperanza.

Con el río revuelto, la confusión de los fieles y todos los abusos que se han conocido en la Iglesia Católica, ¿acaso hay motivo para la esperanza? ¿Vale la pena esperar algo bueno de quienes dirigen nuestra Iglesia tan golpeada por estos escándalos? 

¿Podemos esperar realmente que las puertas del infierno no prevalezcan? La respuesta simple, breve y sencilla, es sí.

Sí. Porque nuestra esperanza no está en los obispos, los cardenales, los sacerdotes, las religiosas o los laicos de nuestra amada Iglesia Católica, algunos de los cuales han cometido abusos sexuales o han manchado con otro tipo de acciones la santidad de la Madre Iglesia que acoge en su seno a todos, también a estos hermanos que han pecado gravemente.

Nuestra esperanza está en Cristo, y aquí podría terminar la reflexión. Este podría ser el punto final de estas palabras, pero quisiera extenderme un poco más.

En distintas ocasiones el Papa Francisco se ha referido a los abusos sexuales como un pecado muy grave, algo monstruoso e incluso demoníaco, porque lo es sin duda alguna.

El Santo Padre ha denunciado además al demonio como el “Gran Acusador” que ataca a la Iglesia y ha pedido, de manera especial durante el mes de octubre, que se rece el Rosario todos los días, además de la oración “Bajo tu amparo” a la Virgen María, y otra plegaria escrita por el Papa León XIII al arcángel San Miguel. Algo que podemos seguir haciendo y que ciertamente hará mucho bien.

Francisco hizo este pedido luego que el exnuncio Carlo María Viganò lo acusara de haber actuado negligentemente ante los abusos y las inconductas del excardenal Theodore McCarrick, cuyo caso ha generado un terremoto demoledor en la Iglesia en Estados Unidos.

Sin embargo, el caso de McCarrick también motivó una serie de respuestas sinceras y profundas de diversos obispos que han tomado ya diversas iniciativas en miras al encuentro mundial que se realizará en el Vaticano en febrero de 2019.

Además de este hay otros muchos desafíos que parecen sobrepasar las capacidades de todos: el fenómeno de la migración, la lucha contra la ideología de género para que no sea impuesta en las escuelas, la defensa del derecho a la vida, en especial de los niños por nacer y los ancianos, amenazados por el aborto y la eutanasia, respectivamente, la grave crisis de corrupción que ha remecido la clase política y ha destruido la confianza de la gente en sus políticos, por mencionar solo algunos.

Y otra vez la pregunta, ¿vale la pena la esperanza, es posible esperar?

Claro que sí.

Hace unos años, el gran Benedicto XVI –que espero algún día sea proclamado doctor de la Iglesia– nos decía que “la esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente en el transcurso de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el Reino de Dios, Reino de justicia y de paz”.

El ahora Papa Emérito decía también que “el Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, en especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede cancelar. La alegría por el hecho de que Dios se ha hecho niño".

Y otra vez, sí. Sí es posible la esperanza, si es posible esperar con alegría, sí es posible esperar con la esperanza que está por encima de toda esperanza, la de Cristo nuestro Señor.

No lo hagas solo por ti sino por quienes están a tu alrededor. La esperanza y la alegría son contagiosas y particularmente necesarias en este tiempo que nos ha tocado vivir.

No la perdamos de vista, no dejemos de esforzarnos para llegar con el corazón lleno de amor al día que ya no tendrá ocaso.

Si vivimos la esperanza ciertamente podremos ayudar a cambiar este mundo que parece estar podrido, podremos convertirnos en el antídoto que necesita la sociedad y la Iglesia para brillar con la santidad que anhelan todos, aunque algunos no sean conscientes de eso.

Si vivimos la esperanza ciertamente tendremos un futuro mejor. Y puedes comenzar hoy. Reza, ve a Misa y abraza tu cruz (cada uno conoce la suya) con alegría.


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