Thursday, November 29, 2018

El sufrimiento ante la muerte

Hace unos días se murió el papá de un buen amigo. Me sorprendía lo calmado que estaba en medio del dolor de haberlo perdido y yo me preguntaba cómo reaccionaré cuando muera el mío.

Debo decir que no lo sé. En general, me cuesta decir mucho a alguien “mi más sentido pésame” o “estoy contigo” o algo similar. Suelo darle un abrazo al deudo y cuando no me sale nada, que es la mayoría de los casos, el abrazo va en silencio.

No sé cuánto duele perder a un padre o hermano y no me atrevo a decirle a alguien que sé o entiendo cómo se siente. No sé cuánto duele ni cuánto puede llegar a doler, aún. 


Cuando alguien de mi entorno se muere, lo que suelo hacer es acompañar a la familia en el velorio y luego en el entierro, si es que me da el tiempo. Intento ir por lo menos a una de esas dos instancias. 

Y siempre, y sin falta, rezo con mi hijo mayor por el muerto y su familia. El menor de mis hijos aún no habla pero seguro pronto también nos ayudará a pedir por el alma de quien el Señor haya elegido para que afronte el juicio de su vida. 

Con este amigo, solo puede ir al velorio… que suele ser ocasión para ver a gente que uno no suele ver o para reencontrar amigos. Allí también, ya al final del velorio, bromeaba con una amiga de hace muchos años y que ahora es mamá de cuatro niños, con que “ya nos encontraremos al siguiente muerto”.

Y el muerto seguía ahí en su ataúd, así que me moderé un poco y regresé a mi casa en actitud de oración, pensando en el sufrimiento de mi amigo. Si uno no tiene claro que hay algo después de la muerte, ciertamente esta es particularmente dolorosa porque sería el final de todo. 


Si uno es creyente, sabe que no es el final, sabe que a pesar de todo el dolor que se pueda sufrir, hay algo más: el cielo como premio a la fidelidad, el purgatorio si faltó algo por purificar, o el infierno (que no se lo deseo a nadie) si es que toda la vida, hasta el último instante, la vida fue una constante negación hacia el amor gratuito de Dios. 

¿Duele menos la muerte cuando uno es creyente? No, no lo creo, pero sí hay una radical diferencia: la esperanza. Esa espera y esa confianza en lo que no se ve, en las promesas de Dios, en el aguardar la salvación y la felicidad junto al Señor por toda la eternidad. Y esa esperanza consuela, y ese consuelo alivia el sufrimiento y hace que este tenga sentido.

Con la muerte siempre habrá sufrimiento, pero ciertamente este no tiene la última palabra o no debería tenerla. Y para lograr la esperanza hace falta rezar y tener vida sacramental. Sin eso simplemente no es posible.

Hace falta ir a Misa, confesarse y comulgar con frecuencia. La Misa todos los domingos y fiestas de guardar, y si se puede entre semana. La confesión y la comunión cada vez que haga falta.

El Papa Francisco dice que se confiesa cada quince días. ¿Y tú cada cuánto? ¿Hace cuánto te confesaste por última vez?


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