El
16 de agosto de 2005 se inauguró en Colonia (Alemania) la que fue considerada
por algunos como la primera Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) con dos Papas.
Aún
estaba muy fresco el recuerdo de San Juan Pablo II que había fallecido en abril
de ese año y todos, comenzando por el genial Benedicto XVI, ahora Papa Emérito,
lo recordaron en distintas ocasiones durante la JMJ.
Algo
que no se me olvida fue el gran mosaico que le hicieron junto a la Catedral de
Colonia, donde están las reliquias de los tres Reyes Magos a quienes hemos
recordado hace muy poco en la Epifanía. El mosaico gigante cubría una de las
paredes de un edificio y; la pared contigua, tenía una gran imagen de Benedicto
XVI. Los dos Papas de Colonia 2005.
En
la inauguración, el Arzobispo de Colonia, el fallecido Cardenal Joachim Meisner,
dijo que esa era la primera JMJ “con dos Papas: con el Papa Juan Pablo II desde
el cielo, y con nuestro Papa Benedicto XVI desde la tierra”.
Creo
que yo y más de uno teníamos la esperanza de que a Colonia llegara San Juan
Pablo II. Aún recuerdo la sensación de desconcierto, zozobra y tristeza que me
envolvió cuando se murió.
Y también recuerdo la apuesta de más de uno de que el
sucesor sería el gran Cardenal Joseph Ratzinger, quien durante más de 20 años
había sido el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es decir,
el guardián de la ortodoxia de la fe en todo el mundo.
Y
tenían razón.
El
19 de abril de 2005, los cardenales lo eligieron como Sucesor de San Pedro, y
desde sus primeras palabras brilló por su sencillez: “Queridos hermanos y
hermanas: después del gran Papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han
elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela
el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos
insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría
del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante. El
Señor nos ayudará y María, su santísima Madre, estará a nuestro lado. ¡Gracias!”.
El
reto de la JMJ, las jornadas mundiales de la juventud que el magno San Juan
Pablo II había ideado 20 años antes que la de Colonia, comenzaría solo cuatro
meses después.
Y Benedicto
XVI no defraudó.
Como ya he dicho en otro post, la parte más hermosa de la reflexión de Benedicto XVI
en el Marienfeld de Colonia fue en español. Yo me emocioné mucho. No éramos
muchos los hispanohablantes. Éramos un millón de personas en el lugar según me
dijeron los encargados de la sala de prensa, con no más de 50 mil personas que
hablábamos castellano como lengua madre.
Y
Benedicto XVI dijo lo mejor en español:
“Los
santos, como hemos dicho, son los verdaderos reformadores. Ahora quisiera
expresarlo de manera más radical aún: solo de los santos, solo de Dios proviene
la verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo”.
Sin
duda eso lo entendió y lo vivió diariamente el gran San Juan Pablo II, San Juan
Pablo Magno para algunos, y Benedicto XVI tomó la posta de gran forma.
Esas
palabras del 20 de agosto se quedaron grabadas en mi corazón, aún me sirven de
aliento en la brega cotidiana.
Y
ahora los jóvenes, bajo la guía de nuestro querido Papa Francisco, se alistan
para desbordar Panamá, en una JMJ que nuevamente tendrá un gran “sabor”
latinoamericano como la de Río de Janeiro en 2013.
Miles
y miles de jóvenes irán a este país centroamericano a encontrarse con el Santo
Padre, a buscar a Dios y a renovarse y confirmarse en la fe.
Recemos en estos días por todos ellos y por los frutos de santidad y renovación para la Iglesia y el mundo.
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