Friday, May 15, 2020

La pasión de Santa Juana de Arco


Este 16 de mayo celebramos 100 años de la canonización de Santa Juana de Arco, una joven mística que hizo historia en Francia, defendió a su país en la guerra contra Inglaterra, realizó una importante misión política y murió quemada en una hoguera tras ser injustamente acusada de bruja cuando tenía 19 años. Su condena y muerte en 1431 constituyen probablemente uno de los mejores (o peores) ejemplos del mal del que pueden ser capaces algunos miembros de la Iglesia.

Juana de Arco nació en Domremy, una pequeña aldea de Francia. Sus padres fueron campesinos conocidos por ser buenos cristianos, de quienes recibió una sólida formación católica. Desde su infancia mostró gran caridad y compasión hacia los más pobres y enfermos. Hizo un voto de virginidad, iba a Misa a diario, se confesaba y recibía la Eucaristía con frecuencia.

A los 13 años escuchó la voz del arcángel San Miguel, y con esto entendió que Dios le pedía comprometerse más en su vida cristiana y ayudar en la liberación de Francia, obra que inició en 1429, cuando tenía solo 17 años de edad.

Se encontró con el delfín de Francia que sería luego el rey Carlos VII. El futuro soberano la sometió en Poitiers a un riguroso examen que fue realizado por algunos teólogos y que no vieron en ella nada malo, solo una buena mujer cristiana.

El 22 de marzo de 1429 dictó una carta (no sabía leer ni escribir) al rey de Inglaterra con una propuesta de paz que fue rechazada. Por ello Juana decidió luchar por la liberación de la ciudad de Orléans, lo que sucedió el 8 de mayo. Acompañó a los soldados durante todo un año y con ellos hizo una gran labor de evangelización.

La pasión de Santa Juana comenzó el 23 de mayo de 1430, cuando los ingleses la tomaron prisionera. El 23 de diciembre fue llevada a la ciudad de Rouen donde se realizó el proceso de condena a cargo de dos jueces eclesiásticos que hicieron una opción política distinta a la de la santa, por lo que ya tenían un prejuicio negativo contra ella.

En la audiencia general del 26 de enero de 2011, el querido Papa Emérito (jubilado) Benedicto XVI afirmó que “este proceso es una página desconcertante de la historia de la santidad y también una página iluminadora sobre el misterio de la Iglesia que, según las palabras del Concilio Vaticano II, es ‘a la vez santa y siempre necesitada de purificación’. Es el encuentro dramático entre esta santa y sus jueces, que son eclesiásticos. Acusan y juzgan a Juana, a quien llegan a condenar como hereje y mandan a la muerte terrible de la hoguera. Los jueces de Juana son radicalmente incapaces de comprenderla, de ver la belleza de su alma: no sabían que estaban condenando a una santa”.

Luego de rechazar la apelación que hizo la santa para que sea el Papa quien juzgue, el tribunal decidió que Juana moriría el 30 de mayo. Ella pide entonces a uno de los sacerdotes que sostenga delante de la hoguera una cruz. “Así muere mirando a Jesús crucificado y pronunciando varias veces y en voz alta el Nombre de Jesús”, dijo Benedicto.

Cuando ocurrió el incendio que devastó la Catedral de París en abril de 2019, más de uno recordó el pedido de la santa cuando se difundieron imágenes del emblemático templo en las que se veía que la cruz del altar se salvó de las llamas.

Unos 25 años después de la muerte, la familia de Santa Juana pidió que se revise el proceso que se siguió a la joven y, de manera solemne, se declaró nula la condena, se resaltó que era del todo inocente y que efectivamente fue una mujer que vivió heroicamente la fidelidad a la Iglesia.

El Papa Benedicto XV la canonizó el 16 de mayo de 1920 en la Basílica de San Pedro en Roma.

En la audiencia de 2011, Benedicto XVI afirmó que “el nombre de Jesús, invocado por nuestra santa hasta los últimos instantes de su vida terrena, era como el continuo respiro de su alma, como el latido de su corazón, el centro de toda su vida”.

Con la Virgen María y con Santa Teresita de Lisieux, doctora de la Iglesia en quien Santa Juana influyó notoriamente, son patronas de Francia.

Quisiera terminar nuevamente con Joseph Ratzinger, quien al concluir la audiencia de enero de 2011 destacó que “con su luminoso testimonio, Santa Juana de Arco nos invita a una medida alta de la vida cristiana: hacer de la oración el hilo conductor de nuestras jornadas; tener plena confianza al cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que sea; vivir la caridad sin favoritismos, sin límites y sacando, como ella, del amor a Jesús un profundo amor a la Iglesia. Que a ejemplo de Santa Juana de Arco encontréis en el amor a Jesucristo la fuerza para amar y servir a la Iglesia de todo corazón”.

¡Cuánta falta hacen hoy en día hombres y mujeres, como Santa Juan de Arco, dispuestos a todo por el Señor!

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