Lo primero que tengo que decir es que la
película me gustó mucho. Se me vinieron a la mente otras cintas –no necesariamente
del universo DC cómics– como Star Wars y Alien, el octavo pasajero.
Aquaman es una buena película que se puede ver
con los hijos pero no tan chicos. Creo que desde los 7 u 8 años en adelante,
antes no porque hay mucha acción y el ruido los pueden afectar negativamente.
Los adolescentes y jóvenes definitivamente la van a pasar bien.
Además de ser entretenida, la película deja varios
mensajes que pueden ayudar al diálogo en la familia y entre amigos. Aquí hago
una advertencia de SPOILER.
Aquaman es el hijo de una reina de la
Atlántida (Nicole Kidman) y un hombre sencillo que trabaja como guardián de un
faro. Por la seguridad del padre y de su pequeño Arthur, ella decide volver a
la Atlántida en el fondo de los mares.
De niño y de joven, Arthur recibe formación como
guerrero de parte un miembro de la corte real de la Atlántida llamado Vulko
(Willem Dafoe) que va entrenando al muchacho para su misión: en un futuro no
muy lejano convertirse en rey.
Ya adulto, Arthur parece no estar convencido
de la misión que debe llevar a cabo. Parece un cualquiera sin muchos méritos
pero que tiene mucho para ofrecer.
Aquí aparece Mera, una princesa que sí cree en
él y que lo acompaña a cumplir su misión. Ella lo cuestiona sobre si acaso él
creía en sí mismo, lo alienta y lo ayuda, a pesar de que al hacerlo pone muchas
cosas de su propia vida en juego.
En el camino, Mera también deja otra enseñanza
clara: a veces no importa si algo te gusta o no, solo hay que hacer lo
correcto.
La película puede generar una reflexión sobre
las dudas sobre la misión personal en la vida, el
acompañamiento de otros para hacerla realidad, la amistad y la necesidad de
discernir entre el bien y el mal para llevarla a cabo.
El film también puede servir como aliciente
para animar a quienes no se creen capaces de hacer algo cuando en realidad pueden
hacer eso y mucho más.
Después de ver la película pensaba en la
importancia de saber cuál es la misión que uno tiene en la vida o por lo menos
plantearse la idea.
Veo a mi esposa y a mis hijos, y pienso que
amarlos y ayudarlos a ser lo mejor que puedan ser no solo es mi misión sino mi
realización: es una misión de amor que bien vale la pena.
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