Friday, January 11, 2019

Abusos sexuales en la Iglesia: Desafío urgente de los obispos y el Papa Francisco

Basílica de San Pedro.
Foto: Pixabay / dominio público
El Papa Francisco ha convocado a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo a un encuentro de vital importancia del 21 al 24 de febrero en el Vaticano para hacer frente a la crisis en la Iglesia originada por los escándalos de abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero.

El anuncio del evento se hizo en septiembre de 2018, un mes antes de la realización del Sínodo de los Obispos sobre los Jóvenes, un encuentro de obispos de todo el mundo que algunos prelados como Mons. Charles Chaput de Estados Unidos pidieron que no se realizara.

Mons. Chaput escribió al Papa y a finales de agosto de 2018 comentó que si los prelados se reunían en un encuentro para analizar la realidad de los jóvenes “los obispos no tendrían absolutamente ninguna credibilidad al referirse a este tema”.

El encuentro de los obispos de febrero se lleva a cabo muy cerca de la realización de un evento mundial que tiene que ver con los jóvenes en la Iglesia: la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Panamá 2019, realizada del 21 al 27 de enero.

Sin duda, la JMJ es un evento en el que el Papa, los obispos, los sacerdotes y los religiosos renuevan su energía y se acercan un poco más a Dios gracias a la vitalidad, la energía y la alegría de los jóvenes que acuden a renovarse en la fe y a encontrarse con el Pontífice.

Doy fe, por haber estado en varias JMJs (Roma, Colonia, Madrid y Río de Janeiro) que el evento sí constituye una brisa de aire fresco y un especial aliento en la misión de la Iglesia, algo que sin duda es necesario ahora.

La expectativa por la reunión sobre abusos es muy amplia. No hay duda. Todos tienen grandes expectativas por el encuentro.

Son muchas las situaciones críticas y complejas que aguardan por una respuesta. No sé si el Papa y los obispos puedan responder a todas, pero voy a mencionar algunas.

Estados Unidos y el caso McCarrick

Uno de los episcopados más numerosos del mundo es el de Estados Unidos. Hace poco, en noviembre, todo estaba listo en la ciudad de Baltimore para votar dos iniciativas para hacer frente a los abusos: un código de conducta para los obispos y la creación de un grupo de laicos expertos en distintos campos para investigar inicialmente las acusaciones sobre presuntos abusos o encubrimiento de obispos.

Digo que todo estaba listo porque no se votó ninguna de las dos iniciativas. Al comienzo de la reunión, el presidente del Episcopado, el Cardenal DiNardo anunció que el Vaticano les pedía a los obispos que pospusieran esas medidas. Y eso hicieron los obispos no sin expresar su contrariedad, comenzando por el mismo DiNardo.

Otro hito se refiere a los ejercicios espirituales de los obispos realizados con el predicador de la Casa Pontificia, el sacerdote franciscano Raniero Cantalamessa, en la ciudad de Chicago del 2 al 8 de enero.

Al iniciar su retiro, los obispos de Estados Unidos recibieron una extensa carta del Papa Francisco en el que les pedía que confíen un poco más en Dios, que se conviertan más a Él y que no confíen tanto en las cosas del mundo. Los prelados agradecieron la misiva y prosiguieron su retiro.

Las truncadas iniciativas de los obispos buscaban (y buscan) dar una respuesta al escándalo generado por dos hechos relacionados entre sí: las acusaciones del ex Nuncio en Estados Unidos, Carlo María Viganó, según el cual el Papa Francisco no actuó como debía ante las acusaciones de abusos cometidos por el Arzobispo Emérito de Washington, el ex Cardenal Theodore McCarrick.

Y el mismo caso de McCarrick, expulsado hace unos días del estado clerical tras ser declarado culpable de abusos sexuales, cuyo caso ha sido y es bastante bien investigado por Ed Condon y J.D. Flynn, de Catholic News Agency (CNA).

Tal vez una de las noticias que más ha impactado en los medios y la sociedad de Estados Unidos ha sido la publicada en CNA el 11 de enero y que da cuenta de que el Cardenal Donald Wuerl, Arzobispo de Washington hace poco, supo de las acusaciones contra McCarrick desde 2004. En distintas ocasiones Wuerl negó haber tenido conocimiento de las mismas y dijo que solo supo de ellas con la investigación realizada en 2018 por la Arquidiócesis de Nueva York.

La investigación de Nueva York fue la que llevó al Papa Francisco a aceptar la renuncia de McCarrick al Colegio de Cardenales, algo que muy rara vez sucede.

El escenario de Estados Unidos es complejo, muchos católicos exigen una respuesta más clara a la Iglesia y el desafío ciertamente se hace grande por todo lo explicado y más.

Los obispos de Chile

En mayo de 2018 y convocados por el Papa, todos los obispos de Chile acudieron al Vaticano para encontrarse con él, tras la investigación realizada por Mons. Charles Scicluna en el país sudamericano y que reveló graves deficiencias en el tratamiento de los casos de abusos sexuales.

Tras el encuentro, los 34 obispos pusieron sus cargos a disposición. El Papa ha aceptado hasta ahora la renuncia de algunos y aún no designa sucesores sino solo administradores apostólicos, es decir encargados temporales de las diócesis.

La gravedad de la situación de Chile explica también la razón por la cual el Santo Padre se reunió el lunes 14 de enero con la presidencia de la conferencia episcopal.

En Chile, los abusos que más hicieron noticias fueron los perpetrados por Fernando Karadima, expulsado ya del estado clerical -la sanción canónica más grave para un sacerdote- y los cometidos por 14 sacerdotes abusadores en la Diócesis de Rancagua.

El caso de Karadima y el encubrimiento de sus actos generó una crisis en la Iglesia en Chile que ha hecho casi heroico que actualmente un católico se declare como tal públicamente en el país del sur.

El caso del Cardenal George Pell

Desde un inicio, el Cardenal Pell se ha declarado inocente de las acusaciones de abusos contra él en Australia. Para poder defenderse dejó el puesto en la Prefectura de Economía en el Vaticano y ahora está en el país oceánico.

Según algunas filtraciones en medios australianos, el Cardenal habría sido declarado culpable. CNA, que sigue paso a paso el caso, publicó un artículo en el que presenta algunos cuestionamientos al proceso seguido contra el Purpurado.

El caso del Obispo argentino Gustavo Zanchetta

Este es el caso más reciente denunciado primero por el diario El Tribuno de Salta en Argentina.

Mons. Zanchetta fue Obispo de Orán hasta agosto de 2017, cuando el Papa aceptó su renuncia. En una carta escrita a sus fieles, el Obispo dijo que dejaba el cargo por razones de salud.

Tiempo después reapareció en España y el 19 de diciembre de ese mismo año, Francisco lo nombró asesor de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA).

En una declaración del director interino de la Oficina de Prensa del Vaticano, Alessandro Gisotti (que acaba de asumir el puesto el 1 de enero tras la renuncia de Greg Burke y Paloma García Ovejero, exdirector y exvicedirectora respectivamente) se señala que Zanchetta fue elegido para el puesto en la APSA “en consideración a su capacidad de gestión administrativa”.

Gisotti explicó que existe ya una investigación sobre las acusaciones de abusos en contra del Obispo y que por el momento no trabajará en la Santa Sede.

Según El Tribuno de Salta, serían tres los seminaristas que sufrieron abusos por parte del Obispo Zanchetta y estos hechos “habrían ocurrido en fiestas que él organizaba los viernes con seminaristas. Allí, además, les daba alcohol”.

El Tribuno también indica que cuando fue Obispo de Quilmes, Zanchetta partió con “acusaciones, abusos de poder y desmanejos económicos”.

El caso de Zanchetta ciertamente es complicado y debe ser investigado a profundidad.

Conclusión

Es cierto que hay más casos de abusos sexuales en la Iglesia como los cometidos por algunos miembros del Sodalicio de Vida Cristiana, una sociedad de vida apostólica masculina que ahora realizó su asamblea plenaria en enero en Aparecida –la ciudad donde está la Patrona de Brasil– presidida por el Comisario Noel Londoño y el Comisario Adjunto, el sacerdote Guillermo Rodríguez, quienes ya dejaron sus cargos por orden del Vaticano.

Lo que he querido hacer con este recuento es señalar algunos casos por su importancia y comentar que la respuesta que toca ahora al Papa y a los obispos de todo el mundo debe efectivamente responder a la crisis.

Esta respuesta también debe buscar recuperar la credibilidad que la Iglesia y sus líderes han perdido ante la opinión pública e iluminar las situaciones de abusos que han ocurrido y que nunca más deben ocurrir.

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