Andrew Cuomo. Foto: Wikipedia / dominio público (CC BY 2.0) |
El
22 de enero de este año, el estado de Nueva York aprobó una ley
que permite que se practique el aborto durante todo el embarazo, que lo
realice cualquier profesional de la salud sin necesidad de que sea médico y, lo
más brutal, que quien haga el aborto deje morir al bebé si es que este
sobrevive al letal procedimiento.
Andrew
Cuomo es el gobernador de Nueva York. Él es quien promulgó la ley aprobada por
el Senado con un festejo que parecía “una
escena del infierno”, según dijo un Obispo.
Tal
vez el líder católico más autorizado para hablar sobre esta nefasta ley es el
Cardenal Timothy Dolan, Arzobispo de Nueva York, quien dijo hace poco que Cuomo
ha convertido al estado de Nueva York en “la capital mundial del aborto” con
esta ley, que podrá seguir vigente incluso si la Corte Suprema de Estados
Unidos logra revertir el polémico fallo de Roe vs Wade, que legalizó el aborto
en el país en 1973.
Junto
con el Cardenal Dolan, otros varios obispos han rechazado la ley de Nueva
York, varios prelados han pedido además que se excomulgue (se expulse de la
Iglesia) a Cuomo y se
le niegue la Comunión.
Ciertamente
se le podrían aplicar estas y otras medidas correctivas, pero el caso es que la
ley ya está promulgada y ya se aplica. Hace muy pocos días el New York Post
publicó una noticia sobre un presunto homicida que mató a su novia embarazada y
que había
logrado evitar los cargos por el delito del aborto en razón de esta nueva ley.
Y
quién sabe cuántas otras monstruosidades permitirá.
No
me gustaría estar en los zapatos de Cuomo. No sabría cómo estar solo, ante mi
consciencia y ante Dios con semejante peso sobre
los hombros.
No
le deseo la condenación a Cuomo, pero ciertamente con un pecado tan grave que
lo aleja terriblemente de Dios, es una posibilidad.
Y
por cierto, no soy yo el que recuerda de la posibilidad de la condenación eterna
en el infierno, sino el Cardenal Gerhard Müller, un valiente Arzobispo alemán
que fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe entre 2012 y
2017.
En
una reciente “Declaración
de Fe” publicada a pedido de muchos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos
ante la confusión actual sobre la doctrina católica, el Cardenal afirma que es una obra de misericordia recordarles a las personas que el infierno es
un destino posible si deciden darle la espalda al Señor de la historia.
Esa
historia que tuvo un Día Negro, de luto, de muerte, el
22 de enero con la aprobación de la nefasta ley del aborto en Nueva York.
No,
no me gustaría estar en los zapatos de Cuomo. Tampoco te lo deseo a ti, querido
lector.
Recuerda que el aborto es un asesinato, un infanticidio, el más ruin de
todos los homicidios: se mata a un ser indefenso, completamente inocente. Se
mata la vida, se mata a una persona de carne y hueso con un propósito en este
mundo.
No seas como Cuomo, no apoyes nunca el aborto, defiende siempre la vida.
Toda vida humana es valiosa. Todos sin excepción somos valiosos y tenemos un propósito, un destino único que nadie más puede llevar a cabo.
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