Saturday, June 8, 2019

Pentecostés en familia


Este domingo, cuando vayamos a Misa, vamos a escuchar una oración, tal vez cantada, que se llama “Secuencia de Pentecostés”, que para mí fue uno de esos descubrimientos de las cosas de la fe que me llenan de esperanza.

La secuencia está dirigida al Espíritu Santo, ya que Pentecostés es su fiesta. En ella hay una parte que dice lo siguiente: “Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos / Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro / mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento”. (Puedes leerla completa AQUÍ).

Estas líneas siempre me han tocado de modo particular, siempre me ha llamado la atención eso del vacío del hombre, el vacío existencial que una persona experimenta cuando Dios no está. No solo es doloroso, sino trágico.

Y lo que sigue creo que es más fácil de constatar ahora. “Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento”. Miremos el poder del mal, ahora que tantos no hacemos lo que deberíamos: combatir el mal con el bien.

No es tarea sencilla pero es ciertamente urgente.

He visto, hasta el cansancio creo, esa frase que dice que el mal no solo avanza por la acción de los malos, sino por la inacción o el silencio de los buenos.

No podemos quedarnos quietos. No podemos no reaccionar, incluso con rebeldía, a los males de nuestro tiempo (aquí podríamos hacer una enumeración larguísima).

Cada uno conoce sus dones y si no, debería conocerlos, para ponerlos al servicio de los demás, comenzando por el núcleo de personas más cercano a nosotros: la familia.

Allí comienzan las más grandes batallas, las más grandes revoluciones. Y la que hace falta siempre es la del amor como nos lo recuerda siempre que puede nuestro buen Papa Francisco.

La secuencia termina así: “Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos / Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito / salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno”.

Que al final de nuestra vida en la tierra, que puede ser en cualquier momento porque nadie sabe ni el día ni la hora, podamos llegar a la salvación eterna, al gozo inimaginable e indescriptible que es contemplar a Dios para siempre.

¡Vamos que se puede! Y si podemos nosotros, también podremos en familia.

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