Hace
unos días fui al Teatro Británico en Lima, Perú, para ver “El discurso del rey”,
una obra que me gustó mucho y me conmovió.
Ayer
un buen amigo mío fue a verla y recordamos un pasaje del discurso que pronunció
el rey Jorge VI de Inglaterra el 3 de septiembre de 1939 y que puede verse también
en la obra.
El
pasaje habla con toda claridad de Dios y de la batalla; y aunque los tiempos
eran otros y acababa de estallar la Segunda Guerra Mundial, lo que dijo el
monarca ciertamente podría aplicarse a nuestros días.
La
obra es una oda a la amistad, a esa que une a las personas en lo íntimo, en lo
más profundo. Es un canto a la comprensión, a la ayuda, a la tolerancia, es un
llamado a romper las barreras que a veces nos ponemos solos.
La
parte del discurso del rey que me llamó la atención fue esta: “Pueden haber
días oscuros por delante, y la guerra ya no se limitará al campo de batalla.
Pero solo podemos hacer lo correcto, como vemos lo justo, y con reverencia
comprometer nuestra causa a Dios. Si todos y cada uno nos mantenemos firmemente
fiel a ella, listos para cualquier servicio o sacrificio que se pueda exigir,
entonces, con la ayuda de Dios, prevaleceremos. Que Él nos bendiga y nos guarde
a todos”.
El
buen actor Juan Carlos Rey de Castro es quien da vida al rey de Inglaterra. Debo
decir que hace un buen papel. Es él quien pronuncia el emotivo discurso, lo
hace tan bien que conmueve. A mí me conmovió y me dejó pensando.
En
esta batalla cultural que nos toca pelear a los que somos católicos, que vemos
constantemente atacada a la Iglesia desde distintos flancos y con armas cada
vez más sofisticadas, ciertamente no podremos vencer si es que no es de la mano
de Dios.
Hace
falta rezar mucho y con constancia, pero también es necesario estudiar y formarnos
en todo lo que podamos para poder
responder con claridad y argumentos a quienes preguntan, cuestionan o atacan
nuestra fe y nuestras posturas.
Habrá
algunos que quieran escuchar, habrá otros que no, pero al final de cuentas eso
no es lo fundamental.
Lo que importa es que estemos listos y dispuestos a dar batalla para ser leales a nuestra causa, la causa del Evangelio, la mejor de todas las causas por las que vale la pena dar la vida. De ese modo, podremos repetir con el rey: “Si todos y cada uno nos mantenemos firmemente fiel a ella, listos para cualquier servicio o sacrificio que se pueda exigir, entonces, con la ayuda de Dios, prevaleceremos”.
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Lo que importa es que estemos listos y dispuestos a dar batalla para ser leales a nuestra causa, la causa del Evangelio, la mejor de todas las causas por las que vale la pena dar la vida. De ese modo, podremos repetir con el rey: “Si todos y cada uno nos mantenemos firmemente fiel a ella, listos para cualquier servicio o sacrificio que se pueda exigir, entonces, con la ayuda de Dios, prevaleceremos”.
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